LA CIUDAD TOMADA
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La ciudad amaneció con la nave cubriéndola
toda por arriba y la luz del sol se fue perdiendo apenas despuntó. Igual cosa aconteció al
llegar el ocaso. El sol pasó raudo por la fina franja que quedaba entre el
paisaje y la nave. Desde entonces los días fueron sólo sombras.
El don de la memoria
Sólo los elegidos recuerdan el día en que
el cielo estaba arriba, en que era tan basto como el universo de los ojos.
Ahora
los ridiculizan diciendo que la nave siempre estuvo. Es cosa de mirar las
araucarias que
penden sobre las cabezas, quinientos años irrefutables, el paisaje que habla
por sí mismo.